Una infiltración no es más que una inyección, pero la mitología popular le ha colgado el sambenito de que “las infiltraciones no son buenas” y, curiosamente, muchos pacientes que aceptarían una intervención quirúrgica a la primera se muestran en cambio reacios a recibir un simple pinchazo en su articulación o tejido blando periarticular (músculo, tendón, bolsa serosa, etc) afectados por el dolor y la inflamación, sin otra razón que habérselo desaconsejado un conocido o el tendero de la esquina.

Sin embargo las infiltraciones, correctamente prescritas y administradas, pueden ser una excelente solución para esa tendinitis, esa bursitis o ese punto doloroso postraumático rebelde que impide o dificulta la actividad física o interfiere en las actividades más cotidianas, procurando no sólo un alivio sino en muchos casos la completa desaparición de las molestias.

Las sustancias líquidas que se inyectan pueden ser de varias procedencias: componentes articulares (colágeno, ácido hialurónico), fármacos antiinflamatorios (corticosteroides) o, más recientemente, los llamados factores de crecimiento o plasma rico en plaquetas, que se obtienen de la propia sangre del paciente (ver apartado específico en esta página), solas o mezcladas con un anestésico local.

¿Para qué dolencias se utilizan?

Las infiltraciones pueden aplicarse en el interior de una cavidad articular (grandes, como la rodilla y el hombro, o pequeñas como en las articulaciones de la mano) o en los tejidos que las rodean: cápsula, ligamentos, tendones, etc.

Las infiltraciones articulares se emplean en dos grandes grupos de enfermedad articular: la degenerativa (artrosis, por desgaste del cartílago) y la inflamatoria (artritis, por afectación de la membrana sinovial).

Entre las patologías que pueden beneficiarse de sus efectos destacan tanto las inflamatorias de origen reumático (brotes de artritis, inflamación de tejidos blandos extraarticulares) como traumático u ocupacional: bursitis, tendinitis y tenosinovitis, epicondilitis, atrapamientos nerviosos, etc.

Cuadros tan frecuentes como el codo de tenis, los dedos en resorte, el hombro doloroso o el síndrome del túnel carpiano pueden beneficiarse de esta modalidad de tratamiento barata, eficaz y accesible, ya que cada vez son más los médicos de Atención Primaria que la incorporan a su arsenal terapéutico con las mismas garantías que el especialista.

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